Bilbao, como fornido tronco de árbol, como ligera estrella marina, desde el que la ría y la costa se abren para abrazar, al mismo tiempo, tierra adentro y mar adentro, en un gesto rotundo de hombres y paisajes rotundos. Donde la sal sabe a sal y el cariño sabe a cariño, hacia el que nace en estas tierras y en estos mares pero también hacia el visitante recién llegado, que a cada paso se sorprende de la huella que deja la tierra, que deja el mar dentro de su pecho...